La Iglesia es sustantivo…no verbo

En el mundo post-pandemia, una de las conversaciones más importantes que se ha abierto dentro del mundo cristiano evangélico es acerca de la naturaleza de la Iglesia, sobre todo en lo que respecta a la iglesia local.

Aunque la eclesiología evangélica ya venía en un proceso serio de transformación, pasando de las pequeñas iglesias rurales (antes de los 70’s), a las iglesias «franquicia» (multi-sitio pero con gobernanza y liderazgo autónomo) entre los 80’s-90’s, a las mega iglesias (2000-2010) y más recientemente, al modelo multi-sitio centralizado que empezó a usar espacios como cines y teatros para transmitir un mismo servicio a través de múltiples locales, la pandemia vino a agregar un nuevo elemento a la mezcla: la iglesia virtual.

Para bien o para mal, los encierros obligados forzaron a muchas iglesias a adoptar, de la mejor forma posible y de acuerdo a sus recursos técnicos, financieros y humanos, el uso de tecnologías de la información para mantener contacto con sus miembros, continuar sirviéndoles, comunicando sus mensajes y programas, intentar mantener un sentido de «comunidad» y captando los fondos necesarios para su supervivencia.

Estos cambios en nuestra eclesiología han motivado olas de apoyo, pero también olas de crítica. Quienes abogan por un modelo más «genuino» o «humano» de iglesia que responda a los tiempos y circunstancias culturales, han hecho un llamado a re-pensar por completo la idea de «iglesia», apelando a que no estamos tanto llamados a «ir a la iglesia» (o a congregarnos) como sí estamos llamados a «hacer» iglesia. Este eufemismo («hacer iglesia») es una invitación a que los cristianos se involucren más en causas sociales, a que más que dar su dinero a una congregación local, lo hagan a causas sociales, y a que si se reúnen, lo hagan en un café, un bar o una casa, con grupos de amigos de pensamiento similar para que cuando abran la Biblia puedan responder a la pregunta más importante que apremia al cristianismo evangélico posmoderno…«¿qué significa este texto PARA MI

Para una cultura evangélica que ha cambiado la doctrina por «principios y valores», que está cansada de las guerras culturales e ideológicas, motivada por el activismo social y político y que ha aprendido una cristología semipelagiana (ver a Jesús como «el máximo líder de la historia» y «mi ejemplo») cuyo objetivo es «mi felicidad», la idea de desechar la Iglesia como institución y la iglesia local como punto de reunión, adoración y discipulado en comunidad, a cambio de «hacer iglesia» dondequiera, con quien quiera y cómo quiera, es sumamente atractivo. El mensaje se convierte en terapéutico, el discipulado en coaching motivacional y el evangelismo en activismo social.

Ante esta realidad, donde la idea de «iglesia» se asocia ahora más con una acción…un verbo, hemos de revisar qué nos dicen las Escrituras acerca de la Iglesia y las iglesias.

  1. La Iglesia somos nosotros, los creyentes, a través de toda la historia, todas las culturas y todas las naciones del mundo.(Hebreos 11 y 12, Apocalipsis 7:9-10, Mateo 28:18-20)
  2. La Iglesia es columna y baluarte de la verdad. (1 Timoteo 3:14-15)
  3. La iglesia es una ciudad y una familia edificada sobre el fundamento establecido por Cristo, los apóstoles y los profetas, para venir a ser morada de Dios en el Espíritu. (Efesios 2:19-22)
  4. Es la congregación de los santos donde alabamos a Dios y proclamamos Su Nombre. (Salmo 22:2, 22:25, 35:18, 107:32, 149:1, 40:9-10)
  5. La iglesia es la comunidad que se reúne con regularidad y frecuencia a alabar a Dios, escuchar Su Palabra y compartir juntos los sacramentos del bautismo y la comunión. (Hechos 2:46-47, Hechos 5:12, Hechos 11:26, Hechos 20:7, Hebreos 10:23-25)

Los anteriores son apenas ejemplos, pero de ellos podemos claramente derivar algo fundamental: la Iglesia es. O sea, la Iglesia y nuestras iglesias (y por consiguiente nosotros como cristianos), estamos llamados primeramente a ser algo. Algo definido por el Evangelio, por las Escrituras, por el sello del Espíritu Santo en cada uno de nosotros.

Es a partir de eso que la Iglesia es que se derivan las cosas que la Iglesia hace. Quizás sea por eso que es más correcto empezar a pensar en la Iglesia cómo sustantivo y no como verbo. La pregunta correcta es: ¿Qué hace la Iglesia? que es muy distinto de pensar en hacer Iglesia, y caer nuevamente en la trampa del «activismo cristiano» desconectado de la vida en comunidad, de la adoración y sumisión a la autoridad de Dios y las Escrituras y de la unidad que constantemente recordamos a través de los sacramentos.

Seamos pues Iglesia. Reunámonos con frecuencia y regularidad. Alabemos, compartamos las Escrituras y partamos el pan. Esto tan antiguo, tan opuesto a nuestra cultura individualista obsesionada con la felicidad personal, es quizás uno de los últimos refugios de esperanza que nos quedan.

«Yo me alegré cuando me dijeron:

«Vamos a la casa del Señor».«

(Salmo 122:1)

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