El bien común vs el silencio evangélico

 Edifiquen casas y habiten las, planten huertos y coman de su fruto. Tomen mujeres y tengan hijos e hijas, tomen mujeres para sus hijos y den sus hijas a maridos para que den a luz hijos e hijas, y multiplíquense allí y no disminuyan. Y busquen el bienestar de la ciudad adonde los he desterrado, y rueguen al Señor por ella; porque en su bienestar tendrán bienestar”.  Porque así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: “Que no los engañen sus profetas, que están en medio de ustedes, ni sus adivinos, ni escuchen los sueños que tienen. Porque les profetizan falsamente en Mi nombre. Yo no los he enviado”, declara el Señor.

Pues así dice el Señor: “Cuando se le hayan cumplido a Babilonia setenta años, Yo los visitaré y cumpliré Mi buena palabra de hacerlos volver a este lugar. Porque Yo sé los planes que tengo para ustedes”, declara el Señor, “planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza. Ustedes me invocarán y vendrán a rogarme, y Yo los escucharé. Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón. Me dejaré hallar de ustedes”, declara el Señor, “y restauraré su bienestar y los reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde los expulsé”, declara el Señor, “y los traeré de nuevo al lugar desde donde los envié al destierro”. (Jeremías 29:5-14, NBLA)

¿A qué estamos llamados los cristianos y por qué es tan ensordecedor el silencio del liderazgo evangélico en medio de la encrucijada que atraviesa el país?

Mi tesis es que, tras más o menos 25 años de estar siendo carcomidos por dentro por la insidiosa y falsa teología de la prosperidad, los evangélicos en Guatemala nos hemos quedado sin herramientas para responder ante situaciones difíciles.

Esto no es muy distinto a lo que vivió Jeremías en su época. De Jeremías 29, el versículo más conocido y terriblemente aplicado por nuestra subcultura evangélica es el 11: «Porque Yo sé los planes que tengo para ustedes”, declara el Señor, “planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza.» Este es un texto clave para la teología de la prosperidad. Se nos enseñó que todo tiene que salir bien, que mi propósito es la prioridad principal de Dios y por ende, si sufro o me va mal, es mi culpa por no tener suficiente fe.

Sin embargo, Jeremías 29 tiene una historia más grande. En el capítulo 28 vemos que el pueblo de Israel, exilado y cautivo en Babilonia, está empezando a recibir mensajes de profetas anunciando que el exilio está por terminar y la prosperidad regresará al pueblo:

«En el mismo año, al comienzo del reinado de Sedequías, rey de Judá, en el año cuarto, en el mes quinto, el profeta Hananías, hijo de Azur, que era de Gabaón, me dijo en la casa del Señor en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo: «Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: “He quebrado el yugo del rey de Babilonia. Dentro de dos años haré volver a este lugar todos los utensilios de la casa del Señor, que Nabucodonosor, rey de Babilonia, tomó de este lugar y llevó a Babilonia. Y a Jeconías, hijo de Joacim, rey de Judá, y a todos los desterrados de Judá que fueron a Babilonia, Yo los haré volver a este lugar”, declara el Señor, “porque romperé el yugo del rey de Babilonia” ».» (Jeremías 28:1-4, NBLA)

Suena muy parecido a las múltiples «profecías» que escuchamos durante esta temporada electoral sobre diversos ungidos y ungidas que, puestos en posiciones de poder por Dios y, por supuesto, electos por el pueblo evangélico (bajo la influencia y guía de sus líderes), protegerían a Guatemala de las fuerzas culturales demoniacas que están moldeando al mundo y traerían la bendición de Dios a este pueblo llamado a ser «faro de luz a las naciones».

Ante tales afirmaciones que hizo el profeta Hananías, Jeremías tiene una respuesta contundente:

Entonces el profeta Jeremías respondió al profeta Hananías en presencia de los sacerdotes y en presencia de todo el pueblo que estaba de pie en la casa del Señor; y el profeta Jeremías dijo: «Amén, así lo haga el Señor. Confirme. el Señor tus palabras, que has profetizado para que sean devueltos los utensilios de la casa del Señor y vuelvan todos los desterrados de Babilonia a este lugar. Pero oye ahora esta palabra que voy a hablar a tus oídos y a oídos de todo el pueblo: Los profetas que fueron antes de mí y antes de ti desde la antigüedad, profetizaron guerra, calamidad y pestilencia contra muchas tierras y contra grandes reinos. Si un profeta profetiza paz, cuando la palabra del profeta se cumpla, ese profeta será conocido como el que el Señor en verdad ha enviado». Entonces el profeta Hananías quitó el yugo del cuello del profeta Jeremías y lo rompió. Y Hananías dijo en presencia de todo el pueblo: «Así dice el Señor: “De esta manera romperé dentro de dos años el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia, del cuello de todas las naciones” ». Luego el profeta Jeremías se fue por su camino.

Después que Hananías había roto el yugo del cuello del profeta Jeremías, vino a Jeremías la palabra del Señor: «Ve y habla a Hananías: “Así dice el Señor: ‘Has roto yugos de madera, pero en su lugar harás yugos de hierro’. Porque así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: ‘Yugo de hierro he puesto sobre el cuello de todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y le servirán. Y le he dado también las bestias del campo’ ” ». Y el profeta Jeremías dijo al profeta Hananías: «Escucha ahora, Hananías, el Señor no te ha enviado, y tú has hecho que este pueblo confíe en una mentira. Por tanto, así dice el Señor: “Te voy a quitar de sobre la superficie de la tierra. Este año morirás, porque has aconsejado la rebelión contra el Señor” ». Y murió el profeta Hananías aquel mismo año, en el mes séptimo. (Jeremías 28:5-17, NBLA)

Así como las profecías de Hananías resultaron siendo falsas, la evidencia que tenemos ante nosotros del resultado electoral ha expuesto a muchos falsos profetas. ¿Cuál ha sido la respuesta del liderazgo evangélico?

  • La condena e incluso, el llamado a que caiga el mal sobre todos aquellos que votaron en contra de la directriz de los apóstoles…incluso, sobre su propia feligresía.
  • El silencio e indiferencia ante la actual tensión política que vive el país en donde se han hecho evidentes terribles decisiones del gobierno de turno para buscar revertir a la fuerza el resultado de la elección.

Jeremías nos muestra otro camino. El mensaje de Dios a Israel, luego de la condena de los falsos profetas, es lo que encontramos en Jeremías 29. Es un mensaje que pone en el pueblo de Israel la responsabilidad de transformar el lugar dónde están…por más antagónico que sea a su forma de vida y que activa e intencionalmente procuren su bienestar. Es un llamado a procurar activamente el bien común en medio de una cultura hostil.

¿Cómo terminó esta historia? El Señor, en Su fidelidad, liberó a Israel de la cautividad babilónica…pero esta no sería la última.  Años después vendría Roma y es en ese contexto histórico que la esperanza de liberación final llegaría y dónde encontrarían cumplimiento completo los anuncios de todos los profetas. Como nos recordó el autor de Hebreos:

«Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por Su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo. Él es el resplandor de Su gloria y la expresión exacta de Su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de Su poder. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, el Hijo se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, siendo mucho mejor que los ángeles, por cuanto ha heredado un nombre más excelente que ellos.»  (Hebreos 1:1-4, NBLA)

Este mensaje de Jesús, el Evangelio, vendría directo al pueblo de Israel, y más adelante, a nosotros, sus discípulos. Es un mensaje de liberación final, que empieza por mostrar sombras de esa liberación final de este lado de la eternidad, en la vida diaria, en familia, en comunidad….en amor.

¿Por qué no estamos escuchando esto de parte de la élite evangélica? Es una buena pregunta…pero en realidad no importa. La responsabilidad es nuestra… en familia, con nuestros hermanos y hermanas en la fe, en y a través de nuestras congregaciones locales, empresas, centros de estudio, clubs de lectura, equipos deportivos, grupos de amigos, etc.. No necesitamos pararnos a esperar a que la élite nos diga qué hacer. Está en nosotros decidir y, con la ayuda de Dios, actuar.

¿Se apuntan?

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